Eran medio día y Toño me abre el portón de su parcela en pijama “el Andrés aún no se levanta” me dice
mientras juega con los perros. Ya cuando estamos adentro les pregunto la edad “El tiempo pasa volando” me dice
Andrés. Él tiene 30 años y es contador auditor, Toño tiene 36 y es ingeniero
comercial, son pareja hace casi tres años. Andrés era de Puente Alto y Toño de
Maipú. Ahora viven en una parcela en Lonquén, una localidad de Talagante poco
urbanizada. “Te despertay y no escuchay
nada” dice Toño mientras sirve bebida.
Ambos trabajan en el centro de Santiago, viajan en micro, salen muy
temprano y vuelven a las 9 pm “Lo bueno
de vivir acá es que te desconectay, y lo malo es que no puedo quedarme a los
happy hour, por que me puedo quedar sin micro”, dice Andrés.
Animales y viajes
Cuando les pregunto por sus mascotas, Toño es el más entusiasta
respondiendo “Yo quería un sitio grande
porque me encantan los animales, ahora tenemos tres perros y una cabra, al
Andrés no le gustan tanto pero igual los quiere”.
Toño me cuenta que uno de sus perritos lo ha acompañado desde que se fue
de la casa de sus papás, El lobo, es el más regalón y el único que tiene
permitido entrar a la casa.
Observando su casa, me doy cuenta que está llena de detalles, la mayoría
de los objetos los han traído de viajes o son recuerdos familiares. Desde que
están juntos han viajado a países como España, Cuba, Egipto, entre otros. “Cada cierto tiempo nos damos el gusto de
viajar y cambiar de ambiente por un ratito” dice Toño.
Al final de la conversación sale el tema de la religión “Creo en Dios pero también creo en la
ciencia” me dice Andrés mientras discutimos sobre el catolicismo.
Me acuerdo
Me acuerdo del Chocolo*, siempre me acuerdo de él.
Me acuerdo de los carretes con mis amigos, de amanecerme conversando y
fumando puchos.
Andrés
Me acuerdo de despertar con los tangos de mi abuela en la casa de campo
de mi tata.
* El Chocolo fue el
primer perro de Toño.
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