Incienso al ritmo de Play FM es lo que me recibe cuando llego a la casa
de Ximena. Ximena es dueña de casa, pero primero que todo, mamá. A sus 42 años
tiene una hija de veintiuno, esta fue quien le cambió la vida. Le dieron la
opción de abortar, pero optó por tenerla “ya
estaba en el barco y tenía que salvarlo, preferí ser mamá” dice muy segura.
Se casó y se fue lejos, pero con su familia.
“Yo nunca pensé que
iba a casarme”
La enseñanza media la vivió en un colegio de monjas “Me tuvieron condicional por ser muy risueña, es que las monjas
querían hacerte monja” dice entre risas. Cuando salió de ahí estudió
decoración de interiores “en el
instituto descubrí una realidad que ellas (las monjas) escondían, lo primero
que hice fue fumar pito, y después aprendí a fumar cigarro”. En ese tiempo
conoció a Rafael “Me gustaba porque él
era el chico malo, y yo la pava”. Cuando quedó embarazada decidieron
casarse “Yo estaba media reacia, pero lo
hice por amor”.
Ambos eran de Macul y se mudaron a Talagante porque tenían un sitio para
construir. “Esta casa la hicimos
nosotros, está hecha de los tres”.
“Recuerdos con
historia” me responde cuando le pregunto por los adornos de la casa “todo acá tiene un por qué”.
Hace un año Ximena estaba en el hospital, le habían encontrado un tumor
en la cabeza, y la operación podía dejarle secuelas como la paralización de la
mitad del cuerpo. “Gracias a Dios todo salió bien” dice relajada.
“Está bien hacer
planes, pero no tan a futuro”.
Me acuerdo
Me acuerdo de los columpios en el árbol que me hacia mi papá
Me acuerdo de habernos escondido cuando pasaban los aviones tirando
bombas.
Me acuerdo cuando la
Monja española me dijo “¡Venga Ximena!” y yo pensé que tenía
que seguirla.
“Yo no tengo que
quejarme para nada”.
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